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Crónica del 8 de marzo: ¡Oberas y estudiantes, unidas y adelante!

El pasado viernes, millones de personas en todo el mundo salían a las calles para marchar por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Sin embargo, este último atributo ha venido desdibujándose con el paso del tiempo y, con él, las raíces históricas de una fecha todavía hoy -y cada vez más- necesaria. Lo que empezó siendo una jornada de lucha, de reivindicación y de memoria se ha ido transformando, a través de su institucionalización, en una celebración desprovista de su carácter de clase. Asistimos ahora a un auge de la reacción y de los discursos de odio que derivan en una pérdida de derechos general, pero que afecta con especial violencia a las mujeres jóvenes y de clase trabajadora. Y, sin embargo, la jornada del 8 de marzo cada año pierde más y más fuerza. De hecho, en España no se convoca una huelga general educativa al calor de la fecha desde 2019. Esto, sin duda, responde a diversos factores, pero si hay algo que se revela con especial claridad es el cansancio generalizado entre muchas de las que estuvieron muchos años peleando por elevar las consciencias. Lo que evidencia esto es que la lucha perfilada en el plano individual nunca fue y nunca será la solución, ni encontraremos en ella las formas de enfrentarnos a las violencias que nos atraviesan cada día.

Esta situación no debe, sin embargo, conducirnos a la resignación. Al contrario: vuelve más evidente que nunca la urgencia de la organización y la lucha. Precisamente por ello, los y las estudiantes de todo el país trabajaron por hacer del 8 de marzo algo más que una fecha simbólica y se organizaron para revestirla nuevamente con el carácter de clase que originariamente tenía. Se hicieron cinefórums, agitaciones diversas y charlas en institutos y universidades, entre otras cosas, para luego acudir a las manifestaciones organizadas en cada ciudad con el bloque estudiantil. Estas actividades, además, han servido de altavoz para denunciar casos de machismo, abuso, misoginia y violencia contra las mujeres en los centros de estudio.

Esta militancia consciente supuso una recuperación de espacios y de visibilización que bajo ningún concepto debe quedar supeditada a la fecha concreta; buscamos, por el contrario, trascender el modelo de lucha oportunista que nos encontramos en días como lo fue el 8M. El estudiantado, junto con la clase trabajadora, debe luchar día a día para construir una educación que nos lleve a otro modelo de sociedad: una en la que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres. Y, para esto, tenemos que construir también otro mundo nuevo. Sólo organizadas será posible.

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