Hablemos de salud mental
Últimamente se escucha mucho el tema de la salud mental de cómo este nos afecta en nuestro día a día, pero ¿realmente se está haciendo algo al respecto? Como ya hemos escuchado en muchos medios el suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes, sin contar los que no llegan a llevarse a cabo, pero es un dato que ya hemos normalizado, asimilado y banalizado y esto es algo realmente preocupante.
Muchos de los jóvenes en España se encuentran en una situación de vulnerabilidad y precariedad: nuestro futuro cada vez es más incierto, no tenemos recursos para poder independizarnos hasta mínimo los 30 años, ni un puesto de trabajo asegurado. La doble carga laboral-estudiantil es algo que vemos en prácticamente todos los estudiantes, el levantarse a las a las seis de la mañana para ir a la universidad salir a las tres para volver de entrar a trabajar a las cinco y salir a las once de la noche y así día tras día, algo que poco a poco te va desgastando física y emocionalmente.
El sistema educativo tampoco ayuda a esto, pues solamente replica las dinámicas del sistema. Un sistema que nos expone constantemente a sobrecargas, competitividad y unas falsas expectativas académicas imposibles de alcanzar. Tener que dejar los deportes que nos gustan, no dormir, perder los lugares de socialización con nuestros amigos y distanciarnos de nuestras familias es algo que todos y todas vivimos y que la mayoría de estudiantes antes o después acabemos haciendo para intentar llegar a unas falsas expectativas sin saber el peso real que eso puede suponer para nuestra salud mental
Ideas muy frecuentes en nuestro sistema educativo como la de “si quieres puedes” o la de “si no has podido con algo la culpa es tuya por no haber hecho lo suficiente” son consecuentes con esa meritocracia y cultura del falso esfuerzo. Algo que hace que no se pueda focalizar el problema como algo colectivo y se entiende que los malestares son individuales y se normaliza el hecho de tener que sufrir para conseguir las cosas. Esto es una réplica del sistema y evidencia cómo desde pequeñas y pequeños se nos expone y se nos enseña bajo una figura de poder intentando alcanzar las expectativas que esa misma persona impone de cara a que en un futuro podamos ser funcionales en base a lo que el sistema espera de nosotras.
Se dice que la pandemia provocó una mayor incidencia en los problemas de salud mental, aunque únicamente visibilizó los problemas ya existentes. También se evidenció una brecha generacional a la hora de tratar y tratar este problema derivada de la no comprensión de cómo hemos dicho antes la situación de precariedad a la que estamos sometidas las personas jóvenes actualmente por lo que no es que solo se normalice, sino que muchas veces esto también es castigado por otras generaciones más adultas.
Los problemas de salud mental o lo que se refiere a ella es algo que es entendido por lo general como un problema individual, sin embargo, debemos mover el foco y entender que estos malestares también tienen un componente colectivo, social y general. Por un lado, es necesario señalar que muchos de esos problemas o malestares tienen un origen social en tanto que son respuestas adaptativas a un entorno hostil, violento y precario (es decir, no es una enfermedad entendida como un desequilibrio químico cerebral, sino que es una respuesta a un sistema que nos empuja a la miseria). Reconocer estos problemas de salud mental como respuesta a las condiciones que nos vienen impuestas no nos exime de exigir unas mejoras en los servicios destinados a la salud mental, especialmente en lo referente al aumento de psicólogos públicos con perspectiva científica, pues la falta de recursos al sistema público de sanidad hace que las intervenciones psicológicas en la seguridad social sean ineficaces en muchas ocasiones y no precisamente por una falta de cualificación de las profesionales, sino por falta de recursos materiales y por una mala aplicación de los protocolos.
Esta situación provoca una enorme segregación en las que solo un pequeño cupo de personas puede tener acceso a una atención psicológica eficaz, las personas que no pueden abordar económicamente esos gastos o bien se quedan con los escasos recursos de la pública o directamente sin ninguna intervención.
Es por eso que debemos utilizar las herramientas que tenemos a nuestra disposición para abordar estos problemas y esa herramienta no es otra que la organización, puesto que es un problema colectivo hay que abordarlo de manera colectiva tejiendo redes de cuidados y luchando contra este sistema que poco a poco nos consume.