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Este 2023 inundemos de lucha cada rama educativa

El 2022 se cerró con la noticia de la aprobación de la LOSU (Ley Orgánica del Sistema Universitario). Desde la publicación de su primer borrador, las oposiciones a la ley por parte de los diferentes agentes de la comunidad educativa han sido firmes, y la respuesta del gobierno a las protestas ha sido firme: no hay espacio real para que el estudiantado participe de las decisiones que afectan a su día a día en lo que al plano educativo se refiere. Se abre con esto un año que debe estar cargado de organización y de lucha en todas las etapas y ramas de estudio para hacer frente a un modelo educativo que se aleja de nuestros intereses.

En este sentido, a la aprobación de la LOSU en el Congreso durante estas Navidades se le suma una preocupación más cotidiana para el estudiantado universitario, pero igualmente importante, que marca el comienzo de año cada enero: los exámenes del primer cuatrimestre.

Este tipo de pruebas académicas se han convertido en el catalizador de diversos problemas psicológicos que afectan cada vez más al conjunto del estudiantado. Lejos de ser herramientas que afiancen nuestro aprendizaje, los exámenes son una de las expresiones más claras de la crudeza de un sistema que hace aguas por todos lados: los problemas de estrés, ansiedad, depresión o sueño (por mencionar algunos) como respuesta ante esta situación no son casuales. Por el contrario, la presión a la que se somete al estudiantado desde diversos frentes y bajo apariencias diferentes, pero con el mismo trasfondo, es uno de los eslabones de esta cadena que nos ata a un sistema caduco.

Son muchos los estudiantes que tienen que trabajar y estudiar a la vez, los que dependen de sus calificaciones para poder seguir estudiando, los que se ven forzados a competir en el marco del aula para tener la mínima posibilidad de optar a un puesto de investigación, los que tienen a su cargo personas dependientes a las que no pueden desatender, los que lidian con situaciones personales de gran complejidad y que acarrean sufrimiento. Estas situaciones inciden especialmente en el alumnado de sustrato obrero, como no podía ser de otra forma; así, los exámenes se convierten en una criba cada vez más exigente que expulsa cada año a miles de alumnos del circuito educativo y que lleva a la gran mayoría al límite.

Como decíamos, el actual modelo de exámenes no es un método de evaluación ni aprendizaje neutral en tanto que se enmarca en un sistema académico que funciona como cantera de mano de obra precaria para el mundo laboral. La educación, dentro del capitalismo, no responde a nuestros intereses: la hiperespecialización del conocimiento, el sistema de prácticas, las tasas universitarias, la falta de espacios y materiales para desarrollar una vida estudiantil plena, la gran carga de trabajo que conllevan muchas carreras o la medición de la valía a través de las calificaciones y el grado de productividad del alumnado son prueba de ello. También los exámenes. Todos los años ponemos sobre la mesa el carácter segregador de las pruebas de acceso como la EvAU, y lo cierto es que es el propio sistema educativo el que se configura bajo estas coordenadas sin dejar un solo elemento fuera de control. Y, como siempre, somos los estudiantes de familias trabajadoras los que pagamos las consecuencias más duras de todo ello.

La falta de tiempo, la ausencia de recursos y materiales necesarios, la presión social o familiar erigida sobre las ideas en torno a los ritmos académicos y vitales que han de llevar los jóvenes, las malas condiciones personales; en definitiva, el contexto en el que se desenvuelve el estudiantado interfiere y condiciona su vida académica. De poco sirve que se hable de la importancia de cuidar el bienestar psicológico en época de exámenes cuando la realidad es que el sistema no nos lo pone fácil. Ante esta perspectiva hostil y violenta, la única herramienta de la que disponemos los y las estudiantes es la organización y la lucha.

Desde el Frente de Estudiantes os deseamos suerte y tranquilidad estos días, pero también señalamos la necesidad de convertir cada centro de estudios en una trinchera: luchemos por otra educación que lleve a otra sociedad y por otra sociedad que brinde otra educación: una al pleno servicio de la clase trabajadora.

El movimiento estudiantil avanza, cada día más, y se acerca, a cada paso que da, a construir esta educación. La jornada de lucha del 6 de mayo de 2021, las movilizaciones del 18 de noviembre de ese mismo año o la Huelga General Estudiantil del pasado 24 de marzo fue solo el comienzo. Este 2023 debemos enfrentarnos a aquellos que nos limitan a un futuro de miseria y explotación al recuerdo y hacer del presente un presente de protesta.

A pesar del periodo en el que nos encontramos, un periodo de exámenes que ya hemos caracterizado. Es necesario también señalar hacia dónde tenemos que dirigirnos. En ese sentido, todo lo que tendrá que caracterizar al segundo cuatrimestre, y en general a todo el año, es una palabra: organización. Una organización que parte desde ya, desde cada aula y cada centro, que debemos colocar en nuestros propósitos como prioridad. Que parte desde la cotidianidad de la vida de cada estudiantes que ha sido obligado a vivir entre dos crisis, entre problemas de salud mental y a ser educado en una educación que nunca ha pretendido, ni va a pretender, estar a su servicio.

Una organización que encienda la llama de la respuesta contra la Reforma Educativa. Una Reforma Educativa que nos somete cada vez más a intereses ajenos, una reforma hecha a nuestras espaldas y que desoye por completo las reivindicaciones de la comunidad educativa. Una Reforma Educativa que se ha fraguado mientras asistíamos al empobrecimiento generalizado del estudiantado de extracción obrera, y del conjunto de la clase trabajadora y a la que se está dando sus últimas pinceladas estos últimos meses con la aprobación de la LOSU y la puesta en marcha del Estatuto del Becario. Reformas que apuntalan un futuro de explotación y miseria. Esta reforma mantiene que sigamos trabajando 40 horas y cobremos poco más de 150€, que los servicios se externalicen, que nuestros planes de estudio e investigaciones queden planificados según los intereses empresariales. Y en el caso de querer oponernos, la ya aprobada LCU se asegura que nos expulsen de nuestras universidades. Como comprobamos día a día, a pesar de la falsa retórica, los hechos hablan por sí mismos. Las medidas implantadas por el gobierno siguen una misma lógica: aumentar los beneficios empresariales a costa de nuestras condiciones de estudio, de trabajo y de vida.

Y en esa organización, necesaria y que parte desde hoy, hay una premisa clara: la unidad con el movimiento obrero y la comunidad educativa. Esta necesidad nace de unos intereses en específico y un fin común: construir una nueva sociedad y educación. Saber estrechar lazos entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero va a ser clave también durante el siguiente año, determinar los pasos a seguir para conseguir una educación radicalmente diferente desde cada centro.

Hasta ahora solo ha sido el inicio. El estudiantado y la comunidad educativa debe decidir qué pasos tomar hacia una nueva educación. Entre los propósitos de este año hay uno claro: inundar de lucha cada rama educativa. Y esto pasa por organizarse en y en torno al Frente de Estudiantes; reafirmar, como cientos de compañeros hacen todos los días, la validez de una estructura capaz de conseguir luchar y conquistar cada uno de nuestros derechos. Hacer, en definitiva, de este segundo cuatrimestre un cuatrimestre caliente, plagado de movilización y respuesta.

Los objetivos aquí plasmados son un arma cargada de pasado, de presente y de futuro. El pasado de todos los estudiantes del que cogemos el testigo. Del pasado ciclo de movilización estudiantil. Un presente, pues solo aquí y ahora, solo con la organización estudiantil, confinando en nuestras propias fuerzas, podemos hacer valer nuestras reivindicaciones. Y un futuro, pues de nosotros depende cómo sea, de nosotros depende construir una educación y una sociedad radicalmente diferente.

¡Es momento de organizarse! ¡Es momento de responder!

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