Por qué la PAU segrega y qué hacer contra ella.
Mayo bien pudiera ser el mes de las transiciones estudiantiles. En el mayo de hace cuatro años, yo era un estudiante de segundo de bachillerato que ya había acabado las clases y que se estaba preparando la selectividad. Ahora, en cuarto de carrera, he acabado también este mayo las clases, a la espera de hacer el trabajo de fin de grado.
Como entonces, en este mes de mayo, cientos de miles de estudiantes por todo el país se preparan los exámenes de la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) tras haber cursado dos años de bachillerato. Recuerdo de aquel tiempo dos cosas: los compañeros y compañeras que fueron cayendo por el camino durante los dos años de bachillerato y la ansiedad de aquellos que llegaron por alcanzar la nota de corte de la carrera que querían. Por suerte, mi carrera, que no la quiere nadie (Filosofía), tenía una nota de corte que con aprobar bastaba.
En el Frente de Estudiantes estamos estudiantes que, además de ir pasando asignaturas, tendemos a preguntarnos por los porqués del funcionamiento del sistema educativo. Y hace ya mucho que nos preocupa la selectividad, su razón de ser y sus consecuencias, del mismo modo que en su día nos preocuparon las reválidas.
Así pues, ¿qué problema hay con la selectividad? Antes de nada, aclarar que nosotros entendemos que la educación es resultado de las necesidades del funcionamiento que tiene la sociedad. Hoy la sociedad es, básicamente, la sociedad de las empresas privadas, sobre todo de los grandes monopolios. La gran mayoría de nosotros, el papel que cumplimos dentro de este esquema es el de ser trabajadores, asalariados de las empresas. ¿Cuál es el rol de la educación en esta sociedad? Convertirnos en el tipo de trabajadores que las empresas quieran en cada momento. En esta línea es en la que van todas las leyes de educación y todas las normativas, independientemente del gobierno de turno (lo tenemos bien comprobado).
Dicho esto, la selectividad, por lo que hemos podido comprobar, solo sirve para una cosa: que no todo el mundo tenga la oportunidad de entrar en la universidad. Así de sencillo. Ocurren dos cosas. En primer lugar, que las universidades públicas no reciben la financiación suficiente como para poder ofrecer la oferta con que cubrir esta demanda. Como dijimos, la sociedad funciona según el interés de las empresas y el Estado es el máximo exponente de ello (ni partitocracia ni leches: empresocracia). Y si por ejemplo las empresas necesitan ser salvadas durante una crisis o piden una mayor inversión para competir en mejores condiciones en el mercado, el Estado recortará de los servicios públicos y les dará el dinero. Por otro lado, si las empresas descubren, como lo están haciendo, que la educación es un jugoso nicho de mercado de donde sacar grandes beneficios, se preocuparán por que el Estado desmantele las universidades públicas, de modo que no haya otra que ir a sus universidades privadas.
En segundo lugar, estamos viviendo un momento donde las empresas lo que están buscando son o trabajadores con baja cualificación, o trabajadores formados en cosas superespecíficas que en poco tiempo, además, probablemente estén obsoletas, y la estructura universitaria que hemos heredado les está suponiendo un problema. Desde hace bastantes décadas, la universidad se actualizó a las necesidades de las empresas de entonces: frente al ideal humanístico tradicional, se tecnificaron y orientaron al mercado laboral. Pero lo hicieron desde la perspectiva de una formación generalista, esto es, formando estudiantes que tuvieran un conocimiento general de su materia para posteriormente irse especializando y amoldando. Hoy, este tipo de formación está dejando de ser atractiva para las empresas: les resulta insuficiente. ¿Cuál está siendo la estrategia? Potenciar la Formación Profesional y reducir cada vez más la formación generalista en la universidad, al mismo tiempo que se fomenta la formación de especialización como los másteres o las microcredenciales.
Resultado: la selectividad impide que una determinada cantidad de estudiantes lleguen a la universidad y aquellos que llegan los distribuye según las necesidades generales de las empresas a la hora de formar trabajadores o, en otras palabras, que no te da la nota para la carrera que quieres. Aportemos algunos datos. Solo el 50,5% de la población entre 25 y 30 años tiene estudios superiores. La tasa de alumnado que repite curso en bachillerato es del 8,5% en centros públicos y del 3,2% en los privados (diferencia que no sorprende, sabiendo que las calificaciones en los privados vienen más por el dinero que por el esfuerzo). Si acudimos a los datos de la selectividad, es cierto que el 94,4% de los exámenes de 2023 estaban aprobados en la primera ordinaria, pero la tasa de adecuación, es decir, de haber entrado en la carrera que querías, fue en el curso 2023-2024 del 72,5%. La consecuencia: una tasa de abandono que ronda el 22,5% y de cambio de carrera del 9,1% en el primer año. Hay que tener en cuenta que desde 2017, las notas de corte no han hecho más que subir en prácticamente todas las ramas, excepto en Artes y Humanidades. En resumen: si llegas a la selectividad y apruebas, no tienes asegurado entrar en la carrera que querías, y es bastante probable que acabes abandonando en la que has podido entrar.
Por otro lado, es relevante señalar que todas estas cifras hacen referencia a la gente que intenta acceder a través del itinerario ESO-Bachillerato-PAU-Universidad, bajo las edades que se prevén para cada tramo educativo. Porque como intentes acceder a través de una FP o con una edad mayor de 24 años, la cosa se complica mucho. Los aprobados en el examen de acceso mayores de 25 años se reducen al 55,5%, según datos de 2023. Hay que tener en cuenta, además, que aquellos que ingresan con más de 20 años son, en su mayoría, provenientes de una FP. Si acudimos a los resultados, estos aspirantes tienen en general un menor grado de porcentajes en aprobados y notas medias inferiores. De los estudiantes de nuevo ingreso en el curso 2023-2024, el 80,4% provenían del Bachillerato; el 10,7%, de una FP; y el 0,7% era mayor de 25 años. En otras palabras: como al dejar la ESO hubieras entrado en una FP o como quieras entrar en la universidad con una edad más avanzada, tus condiciones a la hora de competir con el resto de aspirantes serán sensiblemente peores. ¿La consecuencia? Si esperabas mejorar tus condiciones de vida y de trabajo consiguiendo una carrera, lo llevas claro.
Por concluir con este recorrido numérico, algunas cuestiones en relación a las universidades privadas: desde 2016, ha habido un descenso de la cuota de estudiantes que tienen las universidades públicas con respecto a las privadas del 85,7% al 78,2%, habiendo simultáneamente una pérdida del 3,5% de estudiantes en las públicas y un aumento del 61,1% en las privadas.
Ahora que hemos visto un poco cuál es el sentido de la selectividad y sus consecuencias palpables, viene la pregunta: ¿Qué hacer? Desde el Frente de Estudiantes, defendemos para empezar la necesidad de aumentar la financiación de las universidades públicas para que puedan ofertar las plazas suficientes para cubrir las necesidades de la población. Para seguir, que se sustituya la selectividad por un programa de orientación con criterios estrictamente académicos. Habrá quien piense que sí, que está muy bien la propuesta, pero que no es realista. Respondemos que tampoco parecía posible acabar con las reválidas (que eran algo parecido a la selectividad, pero para llegar a bachillerato) y los estudiantes de hace una década las tumbaron. ¿Cómo? A través de la organización y la lucha. El realismo es cosa de cobardes.
Como cada año, este mayo, cientos de militantes del Frente de Estudiantes empiezan a planificar la campaña contra la selectividad, buscando concienciar a cada vez más estudiantes de lo nocivo de esta prueba y aumentando la cantidad de estudiantes dispuestos a organizarse para cambiar esto. Y, ya de paso, todo lo que debe ser cambiado. Asambleas, carteles, pancartas, octavillas, charlas… Todo un contingente militante, creciente año a año, se está organizando por todo el país para defender una educación al alcance de la mayoría trabajadora.
Y por si alguien se lo pregunta, sí, en el junio de hace cuatro años, al terminar los exámenes fui a repartir algunas octavillas contra la selectividad.