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Por un tablón vacío

El pasado octubre, colgábamos un tablón de problemáticas en la Facultad de Psicología de la UGR, en la que quien pasaba podía escribir cualquier tipo de problemática en torno a problemas de salud mental relacionados con el ámbito académico. En una hora, este tablón ya estaba repleto de frases. La rapidez con la que se rellenó pone sobre la mesa que ninguno de estos es algo individual, sino que están atravesados por la cuestión de clase, es decir, que no son casos aislados ni accidentes, sino que responden a un sistema muy concreto. A la universidad no le interesa que la clase obrera acceda a sus servicios, lo vemos con algunas de las frases escritas en el tablón: “Pierdo mi beca si tengo un mal día en los exámenes y eso afecta mucho psicológicamente”, “Económicamente no es accesible para todos”, “Un sistema sin becas justas, no es un sistema justo”, “Los estudiantes no tenemos por qué pagar o solucionar (como podamos) la mala organización de las prácticas y, en general, ningún estudiante tiene por qué solucionar la mala gestión de la universidad”.

La educación no conforma una esfera separada, independiente a la lógica del empleo y productividad. La reproducción de estas dinámicas tiene efectos claros en el estudiantado: “Nos pasamos la vida estresados y compitiendo con nuestros compañeros para terminar teniendo un trabajo que no nos satisface”, “Mucha presión desde Bachillerato por nuestro futuro… ansiedad generalizada por nuestra nota y ni siquiera tenéis medios para tratar esto que generáis”, “No es posible un ambiente sano de clase cuando nos estamos jugando becas entre nosotros”, “No es muy bueno para la salud tener que sacar un 9 de media para dedicarnos a la materia que estudiamos”.

Además, en nuestras clases campan a sus anchas comportamientos que nos denigran a las estudiantes, especialmente por incumplimientos de protocolos y malas praxis por parte de los docentes, comportamientos que afectan al ambiente estudiantil a nivel mental en lugar de hacer de la universidad un espacio seguro e inclusivo: “Hay profesores que se saltan los protocolos NEAE”, “Dejad de ser causa de problemas de salud mental y poned interés y medios para solucionarlo”, “Sufrimos acoso sexual por profesores y los protocolos no son suficientes”, “Necesitamos profesores que escuchen nuestras necesidades”, “Detrás de cada nombre hay una persona: Humanizar la docencia no pervierte el código oficial”.

Si bien exigimos más psicólogas y de calidad en la universidad, la demanda de terapia (que funciona a modo de paliativo, para «integrarnos» en este sistema) resulta insuficiente cuando el sistema educativo está al servicio del mercado, reproduciendo sus mismas violencias. Recurrir tanto a la psicoterapia como a la autoayuda psicológica no deja de ser hacernos responsables de problemas endémicos de un sistema que no elegimos. Esto resulta en una juventud medicada, si no para la ansiedad, para el TDAH, si no para la depresión, para el insomnio, entre otros: “Agobiarme y estresarme constantemente y creer que no soy suficiente”, “8 de cada 10 de mis amigos van a terapia o se medican”, “La presión a la que nos someten los métodos didácticos y de evaluación tiene consecuencias psicológicas nefastas para lxs estudiantes”.

Desde la sección de Psicología de la UGR entendemos que politizar la salud mental pasa precisamente por desindividualizarla, señalar que nuestros síntomas de pobre salud mental son respuesta a un contexto, sabido por nosotras y por el resto del estudiantado: «Ojalá la psicología dejara de pensar en «problemáticas individuales» y empezara a hablar de un daño estructural», «La psicología como institución trata los problemas de salud mental como individuo particular y permite que prevalezcan o que no se evalúen correctamente las razones sociales por las que surgen dichos trastornos mentales”.

Las dificultades psicológicas individuales son el reflejo de contradicciones sociales, los problemas psíquicos no son más que un reflejo de los sistemas de opresión que nos atraviesan. Siendo así, nuestras reacciones son consecuencia de un modelo que tiene como ideal la productividad: unas dolencias que son cada vez más comunes, que son colectivas.

Es por eso que, ante un sistema educativo que nos ahoga y nos obliga a medicarnos para soportarlo, la única solución que nos queda es la organización. Por una educación de calidad, por un tablón vacío.

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