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Crónica de un vicedecano asustado

Hemos aprendido en innumerables ocasiones que las instituciones académicas no van a dudar en reprimir todo atisbo de protesta y de movimiento estudiantil, por progresistas y amables que se muestren en un primer momento, utilizando todos los medios a su alcance: la policía, la seguridad privada, la ilegalización. las sanciones o, como ha sido en este caso, la privación de espacios y derechos. Sin embargo, igualmente sabemos que la única forma de responder a la represión, la única forma de hacer valer nuestros derechos e intereses, es la organización estudiantil y la lucha, algo que estos días se ha vuelto a demostrar en la facultad de filología de la UCM, donde las compañeras del FdE hemos logrado recuperar el local del que fuimos desalojadas, tras una respuesta organizada y combativa y con la solidaridad y apoyo del resto de organizaciones estudiantiles. Una vez más hemos demostrado que la universidad teme al estudiante organizado, y que la solidaridad y unidad frente a la represión es posible dentro el movimiento estudiantil.

El día 04 de junio de 2024 las militantes del Frente de Estudiantes éramos expulsadas de nuestro local en la facultad de filología de la UCM, como represalia por la realización de un despliegue de pancarta acompañado de un bote de humo. Ante la acción, que no causó incidentes ni provocó ningún daño, el vicedecano de estudiantes mandó cambiar la cerradura del local y privarnos de su uso, dejándonos únicamente pasar a recoger cosas; todo esto sin haber mediado palabra con nosotras, sin preguntar por lo ocurrido y sin buscar una solución o consenso. Al no ser siquiera notificadas del cambio tuvimos que descubrirlo por nuestra cuenta, cuando al ir a utilizar el local después de desayunar nos encontramos con que la cerradura había sido cambiada y no podíamos acceder. Dado el desconcierto tuvimos que llamar directamente al vicedecano, quien afirmó haber dado la orden escudado en un supuesto peligro de incendio inexistente, pues el bote había sido usado en la otra punta de la facultad y se había apagado y enfriado sin incidente alguno.

La privación del local, además ,se daba casualmente durante el desarrollo de la EvAU, frente a la que nosotros estábamos desarrollando una campaña de denuncia de su carácter limitador y de clase. Ante el acto represivo decidimos trasladar el local al hall del edificio, donde pusimos mesas y sillas a disposición de todo el estudiantado y estuvimos haciendo pancartas, charlando, estudiando y, en suma, realizando tranquilamente las actividades que habríamos hecho en el local. La reacción del vicedecano fue confrontarnos en el mismo hall, dando lugar a una conversación que acabó en amenazas sobre traer a la seguridad para que nos echaran, identificaran y expedientaran. Pese a ellas seguimos ocupando el espacio durante toda la tarde y desarrollando nuestra actividad con normalidad, al tiempo que denunciabamos la represión sufrida y exigíamos la devolución del local. Además, planificamos y difundimos una jornada de protesta en el hall al día siguiente como continuación y escalada de la lucha, consistente en la apertura del espacio a todo el estudiantado mediante actividades de ocio, socialización y cultura.

Tal fue la contundencia de la respuesta estudiantil que al día siguiente la facultad, amedrentada por el estudiantado organizado y combativo, decidió dar marcha atrás al proceso represivo y devolvernos el acceso al local.

Todo este proceso, esta nueva victoria del movimiento estudiantil, debe ser entendida no sólo como una demostración de fuerza y capacidad, sino también como un preludio de la lucha que se avecina. En los últimos años hemos vivido una agudización de la represión estudiantil, con la aprobación de una ley diseñada para ahogar la lucha, la LCU, la creciente presencia policial en los campus, el cierre continuo de espacios de socialización y ocio y una cada vez mayor lista de episodios represivos. Al mismo tiempo, no obstante, vemos también un crecimiento cada vez más acelerado del movimiento estudiantil, una expansión de la respuesta organizada a todos los ataques que sufrimos desde las instituciones y desde el estado, y un temor cada vez mayor por parte de estas hacia la furia de las masas y la capacidad de acción y lucha del estudiantado organizado.

El episodio de los últimos días puede ser explicado por un factor esencial: el miedo. Nos ven más organizadas, más combativas y menos dispuestas a seguir tragando sus miserias, su represión y su clasismo. Nos ven acampadas y unidas para exigir la ruptura de relaciones de nuestras universidades con Israel, y ven que somos cientos. Nos ven denunciando la barrera clasista que es la EvAU y la necesidad de hacer de la universidad un espacio libre y accesible para todas, y ven que no tenemos reparos a la hora de hacer llegar nuestro mensaje. Nos ven, cada vez nos ven más, cada vez ven a más como nosotras, y por ello nos temen. Y como nos temen, nos reprimen. Y si nos reprimen, haremos que nos teman más. Su miedo es signo de nuestra fuerza, y señal de que estamos avanzando en la dirección correcta.

Seguir construyendo un movimiento estudiantil independiente y decidido supone enfrentarnos cada vez más a situaciones como la vivida en la facultad de filología de la UCM. Esta experiencia nos enseña que no debemos temer a su represión, que sus amenazas son los ladridos de un perro con correa que quiere dar miedo pero no sabe morder. Pero son ellos los que tienen miedo, no nosotros. Que ladren lo que quieran, que intenten mordernos si se atreven, que nosotros vamos a seguir luchando, cada vez más y cada vez mejor.

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