Opinión

En recuerdo de los Abogados de Atocha.

Los años de la Transición, a quienes somos estudiantes hoy, ya nos quedan muy lejos. Con suerte, hemos escuchado en casa cómo los vivieron nuestras familias. Yo recuerdo, a través de mi padre, cómo fue aquella manifestación en la que murió asesinado Arturo Ruiz. Poco después, en una de las movilizaciones en protesta por el trágico hecho, un bote de humo lanzado por la policía alcanzaba a una estudiante de Ciencias Políticas y Sociología llamada Mari Luz Nájera. Esa misma semana, el 24 de enero de 1977, tenía lugar la matanza de los Abogados de Atocha: Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo; el estudiante de derecho Serafín Holgado; y el administrativo Ángel Rodríguez Leal.

Aquel enero de hace cuarenta y dos años no puede borrarse de nuestra memoria. No puede borrarse, precisamente, porque fueron las fuerzas del miedo quienes quisieron enterrar para siempre la lucha de quienes creían posible un futuro mejor. Hoy nos corresponde a los estudiantes hacer que la historia de los abogados laboralistas, de los estudiantes asesinados, de cientos y cientos de luchadores que fueron antes que nosotros, forme parte de nuestra conciencia colectiva. Es nuestra tarea hacer que sean recordados como parte fundamental de nuestra historia.

Particularmente, es un profundo respeto profesional y militante lo que siento por los abogados del despacho que entonces se hallaba en el número 55 de la Calle Atocha. Fueron, al fin y al cabo, asesinados por defender los intereses de la clase obrera, también en los tribunales. En ellos está un pedazo de nuestra historia; pero su memoria no puede reducirse a recordar quiénes y por qué los mataron; sino que ha de permitirnos conjugar en las claves del presente una dignidad militante y profesional que hoy son tan necesarias. Quienes algún día esperamos ponernos la toga no podemos prestarles mayor reconocimiento que ejerciendo nuestro oficio en defensa de los nuestros.

Enero del setenta y siete ha de ser recordado también a través de la palabra solidaridad. Aquellos días se paró la Universidad, se organizaron asambleas y se celebraron manifestaciones. Se llegaron a suspender las clases. Nosotros, hoy, tenemos la tarea de ponerlo en valor. Bajo nuestra responsabilidad queda estudiar y conocer la historia de la que somos justos herederos; y reconocernos en ella. No desde la mera nostalgia, sino con el afán de aprender y desarrollar el movimiento estudiantil.

A los Abogados de Atocha, a Arturo Ruiz, a Mari Luz, a todos ellos les rendimos homenaje por la fuerza de los hechos, en el día a día en los centros de estudio. Tenemos la firme voluntad de que la historia de quienes lucharon por los derechos de los trabajadores y estudiantes ayer, sea una parte fundamental de la cultura militante del movimiento estudiantil hoy.

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