Es momento de responder
A lo largo de estas semanas empieza un nuevo curso académico. Un curso marcado por las consecuencias de la pandemia y la profunda crisis que esta ha acelerado. En los institutos, recuperada la presencialidad, volvemos a ver los problemas de siempre —ratios, falta de profesores, barracones en lugar de aulas—, que ahora se manifiestan más evidentes en tanto que ponen en peligro la salud de estudiantes y trabajadores de los centros de estudio. En las universidades la batalla es, por tercer curso consecutivo, recuperar la presencialidad, que en la mayoría de casos no se encuentra asegurada.
Volvemos a las aulas sin garantías, en un curso que se enmarca en un contexto de agudización profunda de la desigualdad social y radicalización de la violencia sistémica. Nuestras familias están sufriendo las consecuencias de los ERTEs que, transformados progresivamente en ERES, nos evocan al paro y a la pobreza. No podemos pagar ni la luz, ni el alquiler. Los empleos a los que muchas veces accedemos para poder pagar las tasas —cuando las podemos pagar— son cada vez más precarios. Por si no fuera suficiente, esta situación, que redunda en una progresiva expulsión de los hijos e hijas de la clase trabajadora de la educación superior, es el telón de fondo de una una reforma educativa integral.
A la ya aprobada LOMLOE se suman los anteproyectos de Ley de Formación Profesional y de Ley Orgánica del Sistema Universitario. Todas ellas responden una actualización del sistema educativo español fundada en las necesidades del capitalismo español y europeo. En líneas muy generales, profundizan en una tendencia clara a una mayor presencia directa de las empresas en la educación, con el correlativo efecto que esto tiene en la democracia, ya históricamente limitada, de los centros educativos. Por otro lado, a través de las prácticas en empresas, cuya duración se aumenta a través de la formación dual, se garantiza que el estudiantado se convierta en mano de obra muy barata, cuando no gratuita, de forma generalizada. Y se consigue, a través de la flexibilización de los currículum, que la oferta académica a todos los niveles se adapte a las coyunturales necesidades de mano de obra de las empresas presentes en el entorno más inmediato del centro educativo.
A la vez que se actualiza y apuntala el carácter de la educación como cantera de mano de obra precaria, y se profundiza en el proceso de mercantilización educativa, la mayoría del estudiantado vive cada vez más ahogado a todos los niveles. Por todo ello, desde el Frente de Estudiantes decimos: es el momento de responder. Es el momento de transformar el descontento y la frustración en protesta y movilización: de levantar en cada universidad una trinchera que se haga tan fuerte que obligue a Ministerio y Rectores a volver a la presencialidad; de organizar asambleas y discutir colectivamente, en nuestras propias estructuras, cómo organizar la respuesta a los ataques que el Gobierno prepara en sus despachos a nuestra educación. Esa respuesta no va a venir desde fuera: empieza hoy, con tus compañeros y compañeras de clase. Ahora más que nunca, depende de nosotros la transformación educativa que los hijos e hijas del pueblo trabajador necesitamos. Ahora más que nunca: depende de ti.