Resoluciones y posicionamientos

¿Cómo afecta la Unión Europea a los estudiantes en España?

Apuntes para estudiantes de cara al 26M

Si eres estudiante -de instituto, FP o universidad- y crees que lo que pase el 26M en Europa no va a implicar grandes cambios en tu vida, puede que, en mayor o menor medida, estés en lo cierto: la precariedad laboral seguirá siendo el paradigma del empleo; la privatización de los servicios públicos limitará el derecho a los mismos y las dificultades de las familias trabajadoras seguirán presentes en la mayoría de hogares. Pero todo ello no es sino una evidencia de que gran parte de tu realidad, de tu día a día como estudiante, tiene una enorme conexión con las decisiones de Europa. Si quieres saber hasta qué punto y de qué forma las instituciones europeas son responsables, te invitamos a continuar leyendo.

Se habla mucho sobre la Unión Europea en televisión y el periódico, en los libros de texto incluso. Somos, de hecho, la generación que ha crecido con ella: la generación Erasmus. Y sí, a todos se nos ha dicho que es un espacio de cooperación, desarrollo, prosperidad y un largo etcétera de términos abstractos que no viene a aclararnos nada. Pero, más allá de eso ¿qué es la UE? ¿Cuál es su razón de ser? ¿La prosperidad de la que hablan es la prosperidad de todos? ¡Cómo va a serlo, si un 17% del ciudadanos europeos está en riesgo de pobreza y un 10,6% de estudiantes abandonan los estudios de forma prematura! La Unión Europea no es, ni de lejos, un agente neutral; no es una alianza filántropa para mejorar nuestras vidas. Poniendo blanco sobre negro, la Unión Europea es una unión económica y política de países, no exenta de contradicciones, con un objetivo común: el crecimiento económico y el beneficio empresarial. Y esto es un fenómeno que siempre se produce a costa del pueblo trabajador; bien directamente en el centro de trabajo, bien -entre otras muchas fórmulas- haciendo de la educación el mecanismo para obtener la mano de obra que las empresas necesitan.

En este punto, encontramos en la Unión Europea uno de los principales mecanismos que garantizan que este interés privado para el que gobierna la UE se traslade a nuestras vidas: el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE). El TFUE es una de las normas que componen la constitución europea y que, entre otras muchas cosas, asigna y distribuye las competencias de la UE. Y sí, la Unión Europea tiene amplias competencias en materia educativa. La Unión Europea le dice a los estados miembros cómo tiene que regirse la educación, sobre qué principios ha de sustentarse, cuáles han de ser los objetivos y hacia qué dirección ir. La trampa está en que se trata, formalmente hablando, de competencias de apoyo, de coordinación y complemento, es decir, que no es la UE quien decide de forma directa qué políticas y cómo se aplican (como ocurre en materia de política monetaria común, por ejemplo), sino que sugiere, indica, guía y coordina las políticas nacionales hacia la privatización y la expulsión de los hijos e hijas de la clase obrera del sistema educativo. Una vez emitidas estas indicaciones, cuya ejecución estatal está minuciosamente supervisada, los Estados son “sobreranos” para elegir cómo se aplica. Y en el marco de esta pretendida soberanía nacieron la LODE, la LOE, la LOMCE, el Plan Bolonia, el 3+2…

Actualmente, la política europea de coordinación -supervisada y ejecutada por la Comisión Europea- es el Marco estratégico para la cooperación europea en el ámbito de la educación y la formación, mejor conocida como ET 2020. Por supuesto, existe un seguimiento exhaustivo a cada Estado miembro en la aplicación de esta política marco, y la Comisión se ha dotado de las herramientas e instrumentos necesarias para la consecución de los objetivos planteados. Así, existe una verdadera garantía de que los Estados miembros desarrollarán sus políticas educativas dentro del constreñido marco de los intereses económicos de la Unión. La Comisión Europea no tiene reparo en situar abiertamente que la importancia de la educación en la UE reside en la capacidad de -amoldándose ésta a las necesidades del mercado– reactivar la productividad. No tiene reparo la Comisión Europea en reafirmar el sistema educativo como generador de mano de obra en base a los requerimientos de la empresa; mano de obra con unas condiciones tiradas a la baja mediante las reformas laborales habidas en los últimos años. En ese contexto, a nadie le extrañará que la receta “a medida” para dichos objetivos sea una mayor cooperación entre la educación y la empresa. Por si aún no estaba claro que la educación, en el marco de la Unión Europea responde a intereses ajenos al pueblo trabajador, la fórmula que nos da Europa para mejorar la calidad educativa es la privatización; hacer negocio de nuestro futuro.

La cercanía de las elecciones europeas es un momento perfecto para poner encima de la mesa, con datos y la normativa europea por delante, la forma en la que la UE es el marco perfecto y garante de que la educación al servicio del empresario sea una realidad en nuestro país. Pero además, esta realidad que nosotros conocemos por su materialización mas concreta en nuestros países, ciudades y centros de estudio, es compartida por una mayoría de estudiantes de otros países europeos, que enfrentan problemáticas similares a los que vivimos aquí. Por todo ello, desde el Frente de Estudiantes seguiremos fomentando la coordinación con estructuras estudiantiles de países europeos con objetivos comunes a los nuestros; seguiremos señalando el papel de la UE en los procesos de privatización del sistema educativo y seguiremos apostando por la transformación del modelo educativo mediante la organización estudiantil en la base y el sindicato estatal como herramienta.

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