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¿En qué no te afecta la LOMLOE?

Las leyes educativas regulan el marco general en el que se desarrolla la educación no universitaria en España, por tanto, es lógico pensar que acabarán afectando en nuestro día a día cómo estudiantes. Sin embargo, cuando pensamos en qué cosas no nos gustan del sistema educativo, qué elementos nos afectan, etc., es muy difícil vincularlas con un marco normativo, una ley, que alguna vez haya pretendido abordarlas o resolverlas. Con esto me refiero a situaciones cotidianas por las que hemos pasado casi cualquier persona en su etapa estudiantil, situaciones completamente normalizadas en el funcionar habitual de nuestros centros educativos y que, por tanto, pasan desapercibidas o se asumen como irremediables. Son situaciones que tienen algo en común: se pasan por alto deliberadamente en cada ley educativa que se aprueba en el Congreso.

Hablo de compartir aula con 38 personas en condiciones de hacinamiento, de intentar aprender a hablar inglés -o casi cualquier otra materia- con un profesorado desbordado y sin recursos, o memorizar contenido sin a veces siquiera haberlo comprendido porque, en última instancia, lo que “importa”, lo que incluso es condición para entrar a la universidad, es la nota. Ahora, con la pandemia, estas situaciones se agravan: la saturación de ejercicios y tareas sin muchos recursos y materiales para abordarlas, el enorme deterioro de la calidad de las clases -pese al esfuerzo del profesorado- o el riesgo sanitario para estudiantes, profesores y familias que suponen las previamente existentes condiciones de hacinamiento y mala calidad de las infraestructuras, son una constante en la vida de la mayoría de nosotros. Y mejor ni hablemos del frío.

Todas estas son situaciones que están condicionadas por la situación económica y familiar: para muchos estudiantes no será raro no tener un sitio adecuado para concentrarse o estudiar, una mala conexión a Internet o falta de suficientes ordenadores para toda la familia. Además, muchos habrán pensado en abandonar los estudios por tener que trabajar y aportar en casa o por no encontrar su sitio en este sistema educativo. Al final del día, haber nacido en un entorno familiar u otro con un determinado bagaje cultural y económico influye de manera sustancial en tus oportunidades en el sistema educativo. Los hijos e hijas de la clase trabajadora nacemos con las alas cortadas y contamos con poco para llegar a donde “queramos”, mientras que los hijos de las familias más pudientes, los hijos e hijas de los grandes empresarios, vuelan en un jet privado hasta la escuela de negocios americana más cercana o, simple y llanamente, podrán estudiar y dedicarse a lo que quieran sin las presiones y limitaciones que nosotros afrontamos desde que empezamos la escuela.

Fácilmente se sentirá identificado con esta realidad cualquier estudiante de la ESO, Bachillerato o FP: una realidad inalterada en lo más mínimo por la nueva ley educativa, la LOMLOE. La desigualdad en el sistema educativo seguirá estando ahí, las clases masificadas seguirán estando ahí, la falta de inversión crónica en la educación pública mientras se financia con dinero público a los que convierten la educación en su negocio particular seguirá ahí. El sistema educativo como formador de productores para las necesidades de las empresas y no como formador de trabajadores conscientes y críticos para la sociedad seguirá ahí. El sistema educativo que impone traumas colectivos sobre disciplinas tan bonitas como las matemáticas o que meterá a piñón la historia, la filosofía, el latín… sin darnos herramientas para comprenderlas, seguirá estando ahí.

El sistema educativo que romperá con las viejas o nuevas normalidades sobre las que se cimienta hoy en día no provendrá de las cuatro paredes del Parlamento ni de las palabras escritas por quienes no pisan los centros educativos. Ni siquiera las mejoras más inmediatas son pensables si no las peleamos nosotros mismos: ratios, financiación, más profesorado… Seamos ambiciosos: no nos quedemos solo con las migajas de la mejora de nuestra educación y rompamos con todo lo que nos disgusta. Pongámonos un horizonte lejano y caminemos consecuentemente hacia él, organizándonos. Ahora más que nunca: depende de ti.

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